Valle de
Bravo, Estado de México.- Con la lluvia como testigo, el Jardín principal del
Pueblo Mágico de Valle de Bravo recibió las ofrendas realizadas por cada una de
las cinco etnias originarias del territorio estatal.
En palabras
del antropólogo Agustín Martínez Colín, autor de texto que contextualiza esta
tradición: “El culto iniciaba desde el momento que el ser dejaba de existir,
vistiéndolo con sus mejores ropas y colocando en su tumba objetos personales y
alimentos, para que en el otro mundo o su otra vida, a la que estaba destinado,
no pasaran hambre ni frío, lo que se sumaba a los elementos que colocan los
antiguos mexicanos con sentido sagrado como barro, obsidiana, copal”.
Durante su
presentación, las cinco ofrendas despedían el aroma del copal, lucían hermosas
flores de cempasúchil y contenían alimentos únicos dedicados a los difuntos.
Con sus
diferencias, las cosas que las unen son el agua, la sal, el copal, la cera, las
flores, los petates, tamales, frutas y el pan con sus peculiares formas y
sabores, de la época, destaca la preparación de tlaxcales, galletas de maíz que
alimentan el alma.
En su
oportunidad tlahuicas, mazahuas, otomís, matlazincas y nahuas explicaron sus
creencias al respecto, con énfasis en el apoyo y los espacios que se abren para
que estas etnias sigan vivas y dando elementos a las y los mexiquenses para
sentirse orgullosos de sus orígenes.
Los
matlazincas, por ejemplo, prepararan la ofrenda purificando el espacio, para
después colocar un arco de madera forrado con palma, los picos que representan
el Sol y los caminos por donde las almas llegan.
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