La
violencia contra las mujeres sigue rampante; la discriminación es evidente; la
ignorancia crece y con ella la falta de oportunidades permanece. Políticos y
religiosos se interesan más por lo que hagan con sus úteros y vaginas, que por
lo que puedan desarrollar con sus cerebros e intelectos.
Trabajo
sí tienen, de sobra: son muchos los que pasan y padecen dentro y fuera de su
vivienda, cuando la tienen, pero carecen de empleo digno. Su salario sigue por
debajo del de los hombres, pero sus jornadas son más largas y complicadas.
Algunas
sí, se reconoce, se soliviantan, surgen, crean empresas, forman familias y se
destacan por sus propios medios. Son pocas, demasiado pocas. Para la gran
mayoría, el mundo sigue cerrado, encerrado en su misoginia machista e impía que
no deja, que no permite que haya no un día, sino toda una vida de la mujer sin
satrapías.
Germán Arango Ulloa © 2014 Periodista.
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