Por
Efraín Cortez Valencia
El
pasado martes 31 de enero pudo tener objetivos muy claros, por ejemplo, la
instalación de una base militar norteamericana en suelo nacional. Dicho lo
propio, un distractor más en complicidad de quien más adelante resulte
responsable, pero hoy sabido, se oculta entre las intenciones bienintencionadas
del pueblo.
Desde siempre, Estados Unidos ha querido incrementar su presencia militar en México; ya que el país del sur de norte américa representa una posible entrada de terroristas, fanáticos, migrantes y drogas que el gobierno estadounidense intenta controlar.
Definitivamente ya no confía en los políticos mexicanos para realizar la tarea y de ahí que se busque controlar la frontera con muros, vallas y un control de la frontera terrestre con centro américa.
La
llegada de migrantes africanos y su paso franco hasta el norte del país en el
2016, activó las alertas en la nación americana, de ahí a la necesidad de
aumentar la presencia militar con una base aeronaval en Chiapas considerado el
mejor sitio estratégico.
Los
movimientos militares americanos ni siquiera son furtivos, no necesitan serlo,
la hospitalidad de la gente les provee de la serenidad con la que buques de
guerra se pasean por las costas mexicanas en el Pacífico y en el Golfo de
México desde hace mucho tiempo; con el pretexto de velar por el petróleo que se
extrae en las plataformas de la Sonda de Campeche; y en el Pacífico, para
cuidar la entrada de drogas provenientes de Sudamérica al país del Norte.
Donald
Trump al parecer, inició su negociación de un tratado de apoyo militar
intentando obligar a México a aceptar la instalación de una base aeronaval,
para controlar los "bad hombres" como dijo en una llamada telefónica
al Presidente Peña Nieto; sin que se especifique cuáles son los malos hombres a
los que se refirió. Esta llamada
filtrada, no fue desmentida.
Hoy día, casualmente la SEDENA está buscando
terrenos para un nuevo campo militar en el centro del estado de Chiapas.
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