Por
Rocío Ayala Pimentel
Edomex.-
La psicótica situación con la que inició el año la República Mexicana, y que
tuvo especial acento el 04 de enero, en Texcoco y municipios vecinos, se
extendió también a lo largo y ancho del estado de México. En municipios como
Tultitlán, Romero Rubio, Coacalco y Ecatepec si hubo disturbios por saqueo de
tiendas como Chedrahui y Coppel.
Los
rumores de contingentes acompañados con camiones de volteo y armas de fuego,
dirigidos hacia las comunidades, circularon en potencia; hubo incluso audios de
seudo policías que advertían sobre los saqueos e invitaban a las personas
a no salir de sus hogares. Cientos de locatarios cerraron sus negocios para no
ver afectado su patrimonio y familias enteras se encerraron 'bajo piedra y
lodo'.
De
la maquiavélica idea de sembrar terror entre los mexiquenses, aún se desconoce
el autor intelectual y aunque se presumen nombres, nada es fehaciente. Aunque
sí hubo casos de robo y acoso en algunas comunidades, llegó finalmente una
escalada de versiones desmintiendo la psicosis, la vía fue la misma: Las redes
sociales. También se dieron a conocer en periódicos de renombre, videos de
policías participando en actos de rapiña, con un pequeño detalle: No se
mencionó en qué parte del estado de México.
Ante
ese panorama, todo parece indicar que el gobierno de Peña Nieto no tiene capacidad
para hacer frente a las consecuencias no solo económicas sino sociales y políticas
de esta medida. Además de la insistente pobreza argumental para justificarse,
el rechazo a los aumentos se ha convertido ya en un memorial de agravios. Las
movilizaciones en contra del gasolinazo tienen presencia en prácticamente todo
el territorio nacional con alcances similares a otros movimientos de
resistencia surgidos en lo que va del sexenio, todos juntos. El gasolinazo ha
provocado la exasperación de una parte de la población que probablemente antes
no había salido a protestar porque no había sentido de manera tan cruda y
directa el perjuicio en sus ingresos. El gasolinazo es precisamente no solo un
problema económico sino ahora ya es un conflicto político y también moral, por tantas
muestras de deshonestidad, engaño, corrupción y falta de ética del gobierno de
Peña Nieto, quien además de incapaz, aparece sin capital político ni ético para
encarar cabalmente los efectos de su más reciente desatino. Anunciar la
reducción del diez por ciento en los salarios de los altos funcionarios es una
disposición insuficiente y que raya en la burla considerando que en México el
presidente y muchos altos funcionarios ganan mucho más que sus pares en países
con mayor prosperidad económica. Explicándonos una y otra vez como si fuésemos
tontos que todo es por nuestro bien, Peña Nieto y su gabinete se muestran
insensibles y sin ninguna reserva de honestidad ni justicia que ampare sus
resoluciones.
Cabe
preguntarse, ¿a qué clase de gobierno se atreve a subir el precio de los
combustibles después de haber afirmado, como parte de la propaganda de su
reforma energética, que no iba a haber aumento; después de que los diputados se
otorgaron no uno, sino dos millonarios bonos “navideños” con unos cuantos días
de diferencia y sin el menor pudor; cuando está prófugo, entre otros, el
siniestro exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, quien esquilmó miles de
millones de pesos del erario (y se sospecha que una parte de ese dinero fue a
parar a la campaña del propio presidente); después del escándalo de corrupción
de la Casa Blanca y de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de
Ayotzinapa y, por si fuera poco, en el momento en el que los índices de
popularidad de Peña Nieto son más bajos que nunca antes?
Han sido muchas las voces y los rostros de los
manifestantes, desde transportistas y distribuidores organizados regionalmente,
así como ciudadanos de las capas medias en varias ciudades, quienes se han
bloqueado carreteras, gasolineras e instalaciones de Pemex, entre otras. Los
actos vandálicos registrados la semana pasada, en sincronía con una oscura
maniobra de convocatoria en redes sociales, son una forma de violencia
colectiva ya conocida y que ha ocurrido en muchas partes del mundo en momentos
críticos, ya sea en una situación excepcional como un desastre natural –cuando
se genera una situación caótica o de gran descontrol en la presencia y acción
de la autoridad– o como consecuencia o parte de un conflicto más amplio: el
rechazo a alguna decisión gubernamental –medidas económicas lesivas, algún
abuso de autoridad. Psicosis que derivó en dos días de encierro en la mayoría
de los municipios del EDOMEX tras una oleada viral de mensajes en redes
sociales. Una medida que lejos de frenar las manifestaciones y mermar el
espíritu combativo de la sociedad, acrecentó el enojo y la frustración de la
sociedad mexiquense. Las manifestaciones
han pasado de ser constantes a permanentes, donde cada día se suman actores
políticos que en un principio se manifestaron agnósticos a la lucha social e
incluso quienes fueron los artífices del gobierno federal para dar marcha al
gasolinazo, hoy día frente a un marco de referencia de ignorancia de las
consecuencias de las reformas estructurales, ya que parece que votaron sin
conocer (hecho que no es justificable) las letras chiquitas de las iniciativas
de ley, propuestas por el ejecutivo federal. Desde luego, ese asunto también ha
molestado a la sociedad civil que ha decidido que en la lucha contra el
gasolinazo, no haya oradores permanentes ni actores políticos que monopolicen
la justa lucha contra el gasolinazo.
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